El jardín
Si una mujer cuida un jardín,
allí su tiempo se consuma.
Hacer crecer la soledad
por que florezca, breve,
una fuga bienvenida:
un jardín, aunque pequeño,
es ganancia de ternura,
cernimiento del afecto,
templo del ocio,
altar del silencio
donde no se sacrifica
más primicia que el deber.
La siembra que florece
es un premio a la locura,
si entre sombras untuosas
animalitos del ser
esconden su memoria
y en las gotas que mi mano
coloca sobre cada hoja
deposito, uno a uno,
los signos que deletrean
mi extraña enfermedad
de mística desdeñosa.
Mientras al tallo desnudo
quede una exigua raíz sujeta
sabré que me es posible
refundar la dicha.