Rosa Vanessa Otero
pOEmA
Asédiame, animal insomne.
Sorpréndeme en el laberinto de los naranjos.
Pínteme tu pincel inquieto
de blanco los días grises.
Resplandéceme,
brúñeme los ojos,
oro acrisolado a muerte.
Floréceme la piel,
brótame granadillas.
Beso de cárdamo, ingiéreme
de poco o de a mucho, como jugando.
Deglúteme el silencio de los párpados,
desnúdame de sombras,
revísteme de pájaros alborotados
epifánicos.
Y agradecida la gardenia
exudará místico bálsamo.
bAlbUcEOs (3)
Madurando la espiral de un puño
mi mano tierna endurece el ceño,
sangra, urde remolinos, suda
parturienta un hijo violento:
Sucesora del llanto y del grito,
orugándose en silencio
pliega su sueño de vidrio
entre mis dedos una mariposa infante.
lA voz (EpItAfIO Al vIEntO)
Vendrán cultísimos forenses
a desangrar los capilares de la rosa,
a nombrar lo que innominado anduvo
por tus versos soberano.
Sustantivarán el verbo,
la inasible mirada en que conviven roca y río.
Golpearán la dura frente de la palabra,
esa diosa vulnerable y risueña
para extirparle raposas.
Les dolerán los dedos.
La voz jamás encontrarán.
Quedarán vacíos sus cuadernos lapidarios
de una explicación para el fenómeno
del silencio que susurra in crescendo hasta el grito,
del clamor que vocifera in diminuendo hasta el mutismo.
Ellos saben descifrar el andamiaje,
la anatomía de este hueso fracturable
mas no la voz, la voz jamás enlosarán.
Andariega es su caricia,
caprichoso su beso,
sutil su abejeo extraordinario
en la melena del censor.
Lábil libadora libada,
dúctil liberadora liberada.
Nomenclatura desconocida y presentida
cuajada en la sílaba.
Extranjera entrañable,
ciudadana itinerante.
Universal entraña
solidaria y ermitaña.
Misterio claro,
oscura obviedad.
(Nada me debes; nada les debo,
Yo de mi yo sin mí conmigo,
huésped en fuga de renta puntual.)
Amorosa
en las pestañas les enrede
un hilillo de duda
presumiéndose colirio
la certeza simple
del florecimiento;
punzante en las pupilas queme
el fuego humilde y justiciero
de su fidelidad irreductible,
escandalosa.
Nos deletrean…

Vanessa Droz
Quiero apuntar a los que me parecen dos rasgos significativos de este libro y, en general, de la poesía de Otero. Contrario al delirio doliente de una Pizarnik o de otras poetas en esa línea, la poesía de Otero, si bien se mueve entre extravios y ansiedades, como dije antes, se distingue — y aquí voy a utilizar un recurso que Otero usa con frecuencia, el oxímoron — … se distingue, repito, por una agitación serena, que es casi lo mismo que decir por una serenidad agónica, una serenidad en constante estado de alerta. La inteligencia tiene que ver mucho con eso, así como el dominio del lenguaje y del género literario que Otero maneja. No quiero decir que Pizarnik o las otras autoras no hayan sido inteligentes. Lo que quiero decir es que Rosa Vanessa Otero ha tomado esos estados de alteración y los ha pasado por un sedazo que los aquieta, que hace que la marea baje, que provoca que podamos mirar esa agua calmada y caminar sobre ella. —Vanessa Droz, «Construcciones de naipes sobre las aguas», 80grados.
Laudo, Ateneo Puertorriqueño
El gesto repetido de esta voz es ese pender de lo incierto, de lo delgado, de lo que está yéndose, de lo roto, y allí quedarse, registrando con cierta videncia los signos mundanales que pasan. Desdoblándose, creando distancia de sí, la voz poética aún mantiene asida la cuerda del diálogo para tenderla a lo humano en una repetida, gozosa y profunda transformación.
–Áurea María Sotomayor y Hjalmar Flax, Laudo Premio Nacional de Poesía Ateneo Puertorriqueño 2003.
Jesús Tomé
Los poemas de La vocal encinta son de la mejor y más fervorosa metapoesía que yo haya leído. Lo de menos es que estos poemas sean de metapoesía. Lo que vale es que son puramente poesía en sí mismos (prescindiendo del objeto); emana de ellos eso que nadie ha sabido definir y que, por convención inmemorial, llamamos poesía.En ellos resuena una voz nueva con todo el impulso de ir creciendo, renovándose. Es impresionante el juego de las correspondencias por el que palabras e imágenes lejanas se atraen para enriquecerse en significación e iluminarse en belleza.
–Jesús Tomé, Nota de contraportada, La vocal encinta y otra encarnaciones.

La vocal encinta y otras encarnaciones, Rosa Vanessa Otero. Editorial EDP University, 2018. Ilustración de portada: Nelson Sambolín.