«Mi obsesión no es escribir poemas. Los escribo cuando no me queda otro remedio»: Fernando Cros
Por Rosa Vanessa Otero (Reseña-Memoria)

a Deledda Cros
Caminaba como quien siente por primera vez en las plantas de los pies el rocío sobre la hierba mañanera; extraño juego de balanceo el andar de su cuerpo rotundo y lento en puntas de palabras. La mirada no parecía mirar más que una idea que le bailaba dentro; hasta que la sonrisa prologaba el decir desmintiendo la solemnidad del silencio. A Fernando Cros, poeta al que no le obsesionaba escribir poemas, tampoco le obsesionaba decir lo que pensaba; pensar, eso sí, todo el tiempo; después escribía, después conversaba.

Lo conocí en 1997, cuando la Editorial de la Universidad de Puerto Rico le publicó el poemario “Crónica del hombre solo”; por entonces solamente supe de él dos cosas: los poemas de ese libro, y que era amigo de nuestro poeta-editor Jesús Tomé, con quien intercambiaba lecturas y borradores. Más tarde coincidimos como condiscípulos en un curso graduado sobre la poesía de Miguel Hernández que dictó Mercedes López-Baralt. Entonces supe algo más: Fernando Cros era un intelectual tan sagaz como discreto y benevolente. Aunque era un alumno de excepción (poeta, curador de arte, docente universitario, filósofo), atendía al curso como uno más de nosotros y, cuando se animaba a intervenir, exponía sin arrogancia lo que sabía, conservando siempre, eso sí, su regodeo gustoso en cada sílaba: hablaba mientras sonreía.
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